Los humanos son naturaleza, son parte y resultado de la evolución. Nuestros actos y nuestros pensamientos son producto de esa evolución. En consecuencia, cuando los humanos llegan a conocer algo, se revela su propia naturaleza.
Ernst Haeckel. Naturalista, ilustrador y filósofo alemán (s. XIX – XX)
https://www.youtube.com/watch?v=szhJzX0UgDM
Algo pasa con las langostas. Algo tiene su fisionomía, su vivo color, sus intrincadas mecánicas motoras, su comportamiento “social”. Algo tiene ese cascaroso crustáceo que parece despertar la curiosidad y creatividad de artistas, diseñadores y demás bichos del abanico estético-creativo. ¿Qué será?
Uno de los caminos a tomar, para no ahogarnos en pesados laberintos zoo-filosóficos –al menos en primera instancia y a modo de estrategia comunicativa-, sería simplemente dejar planteada la pregunta. (Diremos que las preguntas nos dejan pensando y pensar siempre es bueno.)
Quizás también podríamos ampliar un poco más y ahondar en las posibles motivaciones emocionales, estéticas, inconscientes que parece generar este crustáceo.
O incluso podemos utilizar todo esto como excusa y merodear -como tiburones- alrededor de algunos productos creativos (cinematográficos, tipográficos, pictóricos, etc.) vinculados de una u otra forma a esta curiosa manía marina.
Dalí, el fetichista
Una de las obsesiones de Salvador Dalí. El artista vinculaba las langostas con lo afrodosíaco, lo sexual y con el miedo: “la historia de este terror continúa siendo para mí uno de los grandes enigmas de mi vida”.
Una de las obras más emblemáticas es su Teléfono langosta (1936), o “Teléfono afrodisíaco” como solía llamarle. Este objeto surrealista fue un encargo del acaudalado poeta y coleccionista inglés Edward James, quien pidió al artista que convirtiera su casa en un palacio de excentricidades.
Fanático del buen comer, Dalí gustaba de incluir alimentos en sus creaciones pictóricas o performáticas, que combinados con objetos cotidianos como teléfonos o relojes, resultaban en provocaciones alucinógenas y oníricas.
La langosta como animal metafórico (al igual que las hormigas, los leones, y los alimentos tales como el pan, los huevos, la carne) es retratado en varias de sus obras, quizás, como forma de sublimar ese terror inconsciente e inexplicable al que hacía alusión.
Tal es el caso de la langosta cubriendo genitales femeninos (en un claro sentido sexual), sobre la cabeza de su mujer Gala, o ilustrando el cartel de un ciclo de conferencias surrealistas (1935).
El crustáceo, ya convertido en símbolo, es retomado por la diseñadora de modas italiana Elsa Schiaparelli, quien junto con Dalí, crea en 1937 el Vestido con langosta.
The Lobster font, ¿otra víctima del comicsansismo?
En 2010, el diseñador argentino Pablo Impallari (Libre Franklin, Libre Bodoni, Encode Sans, entre otras) crea esta cuidada tipografía, de claro corte vintage. Tras el ofrecimiento de formar parte del catálogo de Google Fonts, la Lobster se convirtió en una de las más utilizadas en diseños de todo tipo, clase y color (vintage o no).
Un año más tarde, en 2011, lanza una segunda versión: “Lobster Two es la versión actualizada y mejorada de la familia The Lobster Font, que ofrece un peso más liviano y dos nuevas variantes verticales.” (impallari.com)A partir del uso desmedido e indiscriminado de esta familia, algunos se han animado a comparar el fenómeno al de la tipografía más odiada del planeta (sí, la Comic Sans. Vincent Connare, 1994). Las Lobster han llegado incluso a ganarse un lugar en las listas de las tipografías que ya no debemos usar.
Comenta Impallari acerca de su creación: “Es gratificante encontrarla por la calle, o en las revistas o la televisión. A veces los diseñadores la utilizan con mucho acierto y otras veces no tanto, pero eso está fuera de mi alcance.”
Todo elemento comunicativo –y no mera decoración- tiene su objetivo y su personalidad. Al convertirse en moda y repetirse hasta el hartazgo, su función se diluye al punto de desaparecer. Como una diva en decadencia, anhelando su pasado de gloria.
Sólo el tiempo, o la condición cíclica de la moda, dirán si se merece una segunda oportunidad.
Pero… ¿por qué su nombre crustáceo? Habrá que preguntarle al creador: impallari@gmail.com
The Lobster (película), surrealismo crítico
En 2015, el director de cine griego Yorgos Lanthimos presenta su última película, titulada The Lobster. En ella, se presenta un mundo distópico en el que los solteros son llevados a un hotel-cárcel, donde deberán encontrar al amor de su vida en 45 días. Si no lo hacen, al cabo de ese plazo, serán convertidos en un animal a su elección. El protagonista lo tiene decidido y lo explica en estas líneas:
Manager del hotel: ¿Ha pensado qué animal querría ser de terminar solo?
David: Sí. Una langosta.
Manager del hotel: ¿Por qué una langosta?
David: Porque las langostas viven más de cien años, tienen sangre azul como los aristócratas y son fértiles durante toda su vida.
Y claro, de ahí el título de la película. Una vez más, este animal está vinculado al surrealismo, ya que todo gira en torno a una metáfora –ver parodia- crítica de los vínculos amorosos y a la exaltación exagerada de la pareja como base de la felicidad. La lógica interna del film se construye a partir y a través de una estética vintage pero en un mundo aparentemente futuro, lo que genera un extrañamiento a la vez que revela una cruda realidad.
La langosta como hipster icon
Flamingos, cebras, zorros, tigres, lobos, osos, ciervos… langostas.
Todos estos animales parecen estar de moda. Se han convertido en iconos, han aterrizado y plagado las redes sociales, la moda; se han vuelto cool.
https://www.pinterest.com/dtatt/my-lobster-obsession/
Comenzábamos este post destacando algo que no siempre recordamos: los humanos también somos animales. Sí, qué obviedad.
Y quizás esta repentina -aunque no inocente- necesidad de volver a la naturaleza, a lo primitivo, a lo animal, no sea más que un mensaje de esta era.
Quizás los humanos nos hemos saturado y estamos necesitando un regreso al origen. No en vano la moda de lo orgánico, de la medicina natural, de la defensa de los “derechos” de los animales, de lo eco-sustentable, etc.
Si pensamos hacia atrás, los artistas románticos del siglo XIX –por ejemplo- ya planteaban esta necesidad de evadirse, de romper los límites y entregarse a las pasiones, al deseo de libertad irrefrenable, etc. ¿No nos parecemos, acaso, bastante a eso?
Como decíamos, la moda es cíclica (porque la naturaleza y el ser humano lo son) y no será ni la primera ni la última vez que vivamos un período de estas características.
Habrá que seguirle la corriente a las langostas y ver dónde nos llevan.
Más:
http://www.impallari.com/lobster
http://www.lobsteristhenewcomicsans.com/about-us/
http://increnta.com/es/blog/es-la-lobster-la-nueva-comic-sans/
http://www.letteringtime.org/2014/04/entrevista-pablo-impallari.html